El valor actual en negativo del euríbor (-0,253% en enero 2020) hace de las hipotecas variables una opción muy atractiva para financiar nuestra vivienda. Pero no es oro todo lo que reluce, pues este tipo de créditos son más arriesgados que las hipotecas a tipo fijo. Y es que, aunque el interés sea bajo al inicio, este podría incrementar y multiplicar nuestra cuota en función del índice de referencia. A continuación explicamos tres medidas para protegernos ante una subida inesperada del euríbor.

1. Calcular nuestra cuota con un euríbor alto y bajo

Lo primero y más importante que deberíamos hacer antes de contratar una hipoteca variable sería asegurarnos de que podremos pagar las mensualidades pase lo que pase. Aunque en el momento de la firma las condiciones nos parezcan totalmente asumibles debido al valor del euríbor, no debemos perder de vista que el plazo de amortización suele ser de 20 años o más.

Para prevenir en vez de curar, sería una buena idea utilizar una calculadora de cuota hipotecaria e introducir los posibles valores que podría alcanzar el euríbor teniendo en cuenta el valor corriente en el momento de la firma y el porcentaje máximo histórico alcanzado en julio de 2008 (5,390%). Una vez sepamos a cuánto podrían ascender los pagos mensuales, sería aconsejable asegurarnos de que esa cantidad no superará en ningún momento el 35% de nuestros ingresos.

Si contratáramos una hipoteca variable de 150.000 euros a 25 años con un tipo de interés de E+0,99%, estas podrían ser nuestras cuotas:

Valor del euríbor

Tipo de interés (E+0,99%)

Cuota mensual

-0,253%

0,737%

547,63€

0,5%

1,49%

599,20€

1,5% 2,49%

672,17€

2,5%

3,49%

750,13€

5% 5,99%

965,54€

En este caso lo ideal sería tener unos ingresos mensuales de al menos unos 2.760 euros.

2. Pasarnos al tipo fijo cuando las previsiones cambien

Si las previsiones económicas apuntan a una posible subida del euríbor, otra solución sería pasar nuestra hipoteca variable al tipo fijo. De esta manera, evitaríamos llegar a un posible escenario de impago derivado del incremento de nuestra cuota.

En este sentido, la nueva ley hipotecaria ha abaratado esta operación. Tanto es así que, desde el 16 de junio de 2019, el banco podrá cobrarnos una comisión máxima de un 0,15% si el cambio se produce durante los primeros tres años del préstamo. Y si fuera después de ese plazo inicial, pasar nuestro crédito de variable a fijo no tendría ninguna comisión asociada.

Para cambiar nuestra hipoteca variable a tipo fijo tendríamos que renovar las condiciones con el banco o cambiar nuestro préstamo de entidad. Por eso, en general, no podremos obviar los gastos de novación o el coste de subrogación de hipoteca que especifique el contrato.

3. Firmar una hipoteca fija puede ser el mejor antídoto

Por último, si no tenemos la certeza de poder asumir unas cuotas más elevadas en un futuro, la previsión de evolución del euríbor no nos convence o simplemente no queremos asumir el riesgo que conlleva una hipoteca variable, una buena opción sería apostar por la financiación a tipo fijo.

Normalmente, el interés de las hipotecas fijas es más alto que el de las variables y a la larga pagaremos más por este concepto. Sin embargo, con este producto podremos estar casi seguros de que nuestras obligaciones mensuales no variarán y será más fácil tomar una decisión firme sin poner en riesgo nuestra economía. Y decimos casi seguro porque el interés podría subir si dejáramos de cumplir alguna condición por la que el banco nos bonifica.

Aun así, sería recomendable no asumir una cuota demasiado alta, pues nuestra situación laboral, económica y financiera podría variar en los 30 años de vida del préstamo. En este caso, lo mejor sería no endeudarnos demasiado y contar con ahorros para poder hacer frente a las dificultades económicas que pudieran surgirnos.