Los aranceles han vuelto. Las decisiones arancelarias del presidente estadounidense Donald Trump han reabierto viejas heridas en la economía global, pero esta vez con mayor virulencia. Subidas masivas de impuestos a productos extranjeros —especialmente asiáticos, pero con Europa también en el punto de mira— han desatado una tormenta financiera con réplicas directas en la economía cotidiana. También en la española.

“El mercado retrocede por la incertidumbre y por el miedo a una posible recesión en Estados Unidos y otros países, incluida la Eurozona. Si hay recesión, hay problemas de empleo e inflación. Y si sucede eso, la gente se queda sin trabajo mientras todo se encarece por culpa de los aranceles”, resume la economista y cofundadora del comparador financiero HelpMyCash, Olivia Feldman.

“Hoy, más que nunca, tener un fondo de emergencia no es una opción: es un salvavidas. Puede marcar la diferencia. Saldar deudas tóxicas, controlar el gasto y mantener un presupuesto realista es lo que llamamos salud financiera”, advierte Feldman.

El miedo manda en los mercados

Las bolsas, tanto en Wall Street como en Europa, han registrado caídas abultadas. Los inversores descuentan un escenario inquietante: estanflación, esa combinación temida de inflación alta y economía estancada. El dólar cae, el euro se aprecia y el dinero huye hacia refugios clásicos como el oro o los bonos soberanos. “A la bolsa no le gusta la incertidumbre. Cualquier frase de Trump crea ansiedad: hace subir o bajar los mercados en instantes”, advierte Feldman.

El petróleo, termómetro global de la actividad, también da señales de alarma: ronda los 61 dólares el barril. Una bajada que no obedece a una mayor oferta, sino a una menor demanda esperada. Traducción: el mundo frena.

“¿Y ahora qué hago con mis ahorros?”

Planes de pensiones, fondos de inversión o carteras de acciones están sufriendo la volatilidad. La situación es especialmente delicada para quienes están a punto de jubilarse.

“Estás en la etapa de preservar, no de arriesgar. A los 64 o 65 años, el enfoque ya no debe ser maximizar rentabilidad, sino conservar capital”, señala Feldman. 

La economista recuerda que vender en pánico puede salir caro: “Si tienes margen financiero, aguanta. Si vendes ahora, puedes consolidar pérdidas innecesarias. La renta variable puede recuperarse. Nadie anticipó este mercado bajista en los primeros cuatro meses de 2025, y nadie puede predecir lo rápido o lento que puede mejorar”.

La experta de HelpMyCash, además, advierte que no toda inversión conservadora es necesariamente segura:Muchos piensan que la renta fija es un refugio, pero si entramos en un escenario de estanflación, también puede generar pérdidas”. 

Para quienes tienen ahorros, pero una gran aversión al riesgo, es mejor revisar depósitos con vencimientos no superiores a dos años. Algunos ofrecen entre un 2,75% TAE y  3%TAE al año, si se cumplen ciertas condiciones.

Pero el enfoque cambia si se mira desde una edad diferente. Para quienes son más jóvenes y están aún construyendo su ahorro a largo plazo, las caídas del mercado —aunque inquietantes— no tienen por qué ser malas noticias. “El miedo es natural, pero hay que recordar que históricamente, en el largo plazo, los mercados siempre se han recuperado. El dinero solo se pierde si se vende en pérdidas”, subraya Feldman.

De hecho, algunos inversores aprovechan estos momentos para aportar más capital a sus fondos, comprando activos a precios más bajos. No es una estrategia adecuada para todos, y exige tener un horizonte largo y una mentalidad estable, pero es una muestra de que no todas las bajadas deben vivirse con alarma. “Lo ideal es no vender con pérdidas, y para eso hay que mantener la estrategia, saber por qué se invierte y tener claro que esto es una carrera de fondo, no un sprint”, añade la cofundadora de HelpMyCash.

“Salir del mercado no siempre implica vender con pérdidas y pagar impuestos. Traspasar a un fondo monetario permite mantener la liquidez, gestionar el retiro progresivamente y conservar la ventaja fiscal que ofrecen los fondos de inversión”, señala Feldman.

El ‘Made in USA’ a cualquier precio

Los productos estadounidenses van a ser más caros — ya se habla de que el precio de productos tecnológicos subirá en Europa entre un 5% y 25%—. Y eso es exactamente lo que Trump quiere. “Su objetivo es que lo que se consume en Estados Unidos se fabrique allí. Busca fomentar el ‘Made in USA’, romper con la dependencia de Asia y relocalizar la producción. Pero está impulsando esta transición en un momento en el que el país no tiene capacidad productiva suficiente. Una fábrica no se levanta en dos semanas. El resultado es caos”, resume Olivia Feldman.

España: el impacto de lo global en lo local

Aunque estos movimientos parecen lejanos, ya se perciben en sectores clave para España. La estrategia arancelaria estadounidense está reordenando las reglas del juego económico, y como suele suceder, quienes menos margen tienen para adaptarse —consumidores y trabajadores— son quienes más expuestos quedan a sus efectos.

España ya está sintiendo la presión. Las primeras víctimas de esta escalada proteccionista no están en los despachos de Bruselas ni en las fábricas de Detroit, sino en el día a día de miles de trabajadores. Aunque el impacto macroeconómico general no se prevé devastador, sí hay sectores especialmente vulnerables. Los fabricantes de maquinaria y equipos eléctricos, por ejemplo, o el sector agroalimentario también anticipa un nuevo periodo de dificultades, especialmente en productos emblemáticos como el aceite de oliva y el vino. 

España, primer productor mundial con más de 300 millones de olivos, exporta aceite a más de 180 países, y Estados Unidos es su principal cliente fuera de la UE. Según Asoliva, el país norteamericano consume el 50% del aceite de oliva que se vende en todo el mundo fuera del bloque comunitario, con más de 430.000 toneladas anuales. “Perder este mercado sería un golpe durísimo”, advierte Feldman.

La industria siderúrgica y automovilística, aunque con menor exposición directa, también sufre las consecuencias. “España exporta muchas piezas de coches. Si las plantas alemanas frenan su producción por falta de demanda en EE UU, ¿a quién le vendemos nosotros esos componentes?”, se pregunta la economista.

No todo son malas noticias. “Con las locuras de Trump y el riesgo de recesión en EE UU, el dólar ha bajado frente al euro, y el precio del petróleo ha descendido. Esto se traduce en algo positivo para los consumidores: menor factura eléctrica y carburantes más baratos”, enfatiza Feldman.

El efecto dominó en Europa

El golpe no viene solo por EE UU. Los excedentes de productos asiáticos que no pueden entrar en América están buscando nuevos mercados: Europa es el principal destino. Esto puede presionar los precios a la baja, una ventaja para el consumidor a corto plazo, pero un problema para la industria local, que ve más difícil competir.

En conclusión, la historia reciente ha demostrado que cuando Estados Unidos intenta blindarse, las ondas expansivas recorren la economía global. Esta vez no será diferente.