En el capítulo El viejo y Lisa de Los Simpson, un confundido Señor Burns es incapaz de apreciar la diferencia entre el ‘cátsup’ y el kétchup, que son dos denominaciones comerciales para el mismo producto. Si te gusta la serie de la familia amarilla, esta escena que te acabamos de describir puede ser muy ilustrativa: algo parecido les ocurre a muchas personas con los términos “préstamo” y “crédito”, que los bancos suelen utilizar indistintamente para referirse a un préstamo.
Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con la popular salsa de tomate, un crédito y un préstamo no son lo mismo, aunque ambos términos se usen habitualmente como sinónimos. Un crédito o línea de crédito es un producto que suele contratarse para financiar gastos o compras puntuales, mientras que un préstamo es más adecuado para financiar proyectos concretos, como comprar un coche o hacer una reforma del hogar.
Para que te quede clara la diferencia entre estas dos modalidades de financiación, más allá de la analogía con Los Simpson, aquí te explicamos qué es exactamente un crédito, para que suele utilizarse y en qué se distingue de un préstamo.
¿Qué es una línea de crédito y por qué es diferente de un préstamo?
Con una línea de crédito, una financiera te da la opción de disponer de una determinada cantidad de dinero cuando lo necesites. Normalmente, ese “derecho de uso” dura un año, pero suele renovarse periódicamente si la situación económica del cliente no cambia.
Cuando necesitas acceder al dinero, tienes que llevar a cabo una disposición del crédito. Es decir, pedir la cantidad a la financiera, sin pasarte del límite máximo de la línea de crédito, para que esta te la preste automáticamente.
Esa disposición debe devolverse en el plazo establecido por la financiera, normalmente con el pago de cuotas mensuales. Durante ese plazo, se van aplicando los intereses establecidos en el contrato del crédito, pero solo sobre la cantidad dispuesta (no sobre el total). A medida que vayas devolviendo el dinero, podrás volverlo a utilizar posteriormente.
Pongamos que tienes una línea de crédito de 2.000 euros. Si necesitas dinero, podrás ir retirando las cantidades que necesites, siempre sin superar ese límite máximo de 2.000 euros. Los intereses solo los pagarás sobre las cantidades que vayas retirando, no sobre el total. El dinero que vayas devolviendo se sumará al monto disponible y podrás volver a retirarlo.
Una tarjeta de crédito, por ejemplo, es una línea de crédito. Con ella, la financiera te da la opción de usar una cantidad de dinero determinada, que es el límite de la tarjeta de crédito. Y cada vez que la usas para hacer una compra, llevas a cabo una disposición, que tendrás que devolver del modo pactado.
En cambio, el funcionamiento del préstamo es mucho más simple. Con este producto, la financiera te presta de una vez una cantidad de dinero, que tendrás que reembolsar en el plazo acordado y pagando los intereses que se generan sobre todo el capital prestado.
¿Para qué se usan las líneas de crédito?
La principal ventaja de un crédito es que permite tener un dinero “aparcado” hasta que lo necesites. Por eso, es un producto que te puede venir bien si crees que necesitarás financiar gastos puntuales en algún momento: para comprar algún bien con un coste especialmente elevado (una televisión, por ejemplo), para pagar un gasto imprevisto como una multa…
Esa flexibilidad, sin embargo, también tiene sus desventajas. La financiera no sabe qué uso le darás a la línea de crédito y tampoco controla tu situación financiera constantemente (la analiza cuando llega el momento de renovar el crédito). En consecuencia, el interés de estos productos es más alto que el de los préstamos, dado que la financiera asume un mayor riesgo.
Para que te hagas una idea, el interés medio de las líneas de crédito es del 18,42%, según los últimos datos publicados por el Banco de España. En cambio, el de los préstamos que se contratan para financiar proyectos es mucho más bajo: del 6,10%.
Un crédito no te conviene para financiar un gran proyecto
Conviene añadir, también, que el importe disponible de una línea de crédito rara vez supera los 10.000 euros. Si unimos esto al alto interés de estos productos, podemos concluir que contratar un crédito no es lo más conveniente para financiar proyectos de cierta envergadura, como comprar un coche o reformar tu casa.
En estos casos, lo recomendable es contratar un préstamo: es más barato y su importe máximo suele alcanzar los 50.000 euros o más. Por ejemplo, el Préstamo Personal de Cofidis puede ser una buena opción. Tiene un interés desde el 4,95% (5,06% TAE), un importe de entre 4.000 y 60.000 euros y un plazo de devolución de hasta diez años. Además, puedes conseguirlo sin necesidad de abrir una cuenta o de contratar otros productos.
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