No todos viajamos a la misma velocidad: mientras que a algunos aún les da miedo pagar sus compras con un smartphone e incluso temen a las tarjetas contactless, otros se instalan microchips en la mano para pagar un billete de tren o abonan la compra del supermercado con su huella dactilar. Con el avance de la tecnología, al efectivo y a las tarjetas les han salido nuevos competidores: los wearables, los cíborgs y la biometría. En Alemania ya hay más de 3.000 personas con un microchip implantado entre el pulgar y el índice y en Suecia el número de cíborgs supera los 4.000. ¿El coste? Entre 60 y 180 dólares.
Un pequeño ejército de cíborgs
La tecnología NFC (near field communication) está detrás de estos implantes cibernéticos que en un futuro podrían acabar con las tarjetas y con el dinero en metálico. De hecho, esta misma tecnología es la que permite pagar con el móvil una compra o usar tarjetas contactless. Gracias a este microchip del tamaño de un grano de arroz, los miles de suecos que se han sumado a esta moda pueden pagar su billete de tren con sus manos, abrir la puerta de su casa sin la llave o comprar en máquinas de autoservicio.
Algo similar a lo que pueden hacer unos 50 empleados de la compañía Three Square Markets. La empresa, con sede en los Estados Unidos, anunció en 2017 que daría la oportunidad a medio centenar de empleados de implantarse un microchip con el que podrían comprar en las máquinas situadas en sus edificios, usar las fotocopiadoras o conectarse a los ordenadores.
Aunque los cíborgs son todavía una especie residual, su incursión demuestra que el clásico ¿con tarjeta o en efectivo? se ha quedado anticuado. Hoy en día cualquier cosa puede convertirse en un medio de pago, desde nuestros dedos hasta el patrón de nuestras venas, el iris o unas gafas de sol. La industria de los wearables y la biometría, sobre todo esta última gracias a las múltiples aplicaciones que tiene, no solo en el sector de los medios de pago, tienen un largo camino por delante. De hecho, según la consultora Gartner, en 2022 más del 70% de las empresas usarán la identificación biométrica entre sus empleados.
Pagar con las venas…
Parece una película de ciencia ficción, pero no lo es: en la Universidad Brunel de Londres y en la Escuela de Negocios de Conpenhague se puede pagar con el patrón de las venas de los dedos. La empresa británica Fingopay ha sido la encargada de sacar al mercado la biometría vascular y, al parecer, es bastante segura: «hay una posibilidad entre un millón de que un impostor pudiese hacerse pasar por ti», afirma la fintech. Mediante un pequeño lector, el sistema lee el patrón venoso del cliente, lo identifica y autoriza el pago de la compra.
Fuente: canal de Youtube de Fingopay.
…o con la cara
La lectura vascular es solo una de las muchas aplicaciones que tiene la biometría. Otra que se está probando en China y también en España es el reconocimiento facial. Ya hay más de 300 restaurantes KFC en el gigante asiático que incorporan el servicio Smile-to-pay de Alibaba, lanzado en 2017, que permite a los clientes de la cadena de comida rápida pagar con una sonrisa gracias a la tecnología Face++.
En España los encargados de asentar las bases del reconocimiento facial como método para verificar la identidad del cliente y autorizar una compra están siendo BBVA y Banco Sabadell, aunque de momento las pruebas se están llevando a cabo en sus sedes entre sus empleados. BBVA fue el primero: a mediados de 2018 instaló en los restaurantes de su sede la posibilidad de pagar las compras mediante el escáner de la cara. El sistema, afirma la entidad, identifica la cara del consumidor mediante una cámara y «realiza automáticamente el cargo en su tarjeta».
En diciembre, Banco Sabadell siguió la estela de la entidad vasca e instaló un sistema similar en las cafeterías de sus sedes corporativas en Sant Cugat (provincia de Barcelona), Madrid y Alicante. Un programa piloto con alrededor de 200 participantes. Pero ¿no se puede engañar al sistema? Según explicó el Sabadell en el momento del lanzamiento, el sistema genera un patrón biométrico de la cara del cliente mediante la grabación de imágenes y es capaz de distinguir «alteraciones en la fisonomía de una persona, como, por ejemplo, el maquillaje, el uso de gafas u otros accesorios, y el afeitado».
CaixaBank ha lanzado su propia versión de la biometría facial y ya está disponible de cara al público, aunque en este caso no para abonar compras, sino para sacar dinero. El pasado mes de febrero se convirtió en el primer banco del mundo que utilizaba el reconocimiento facial en sus cajeros automáticos, evitando al cliente la introducción del pin.
Los ‘smartphones’, la forma más fácil de modernizarnos
Los que quieran probar las bondades de la biometría en España a la hora de pagar sus compras y vivir una experiencia 100% cashless, tienen una forma sencilla de hacerlo: usando un wallet como Samsung Pay o Apple Pay. Estas apps de pago móvil permiten al cliente identificarse y autorizar pagos usando la biometría. En el caso de Apple Pay, el cliente se identifica a través de su huella dactilar o del reconocimiento facial y en el de Samsung Pay, con el escáner del iris o la huella. El wallet de Samsung permite prescindir del pin sea cual el importe de la compra gracias a estos métodos de identificación.
Uno de los objetivos es reducir a la mínima expresión el momento del pago, de manera que este sea casi invisible; sin tarjetas, sin efectivo y sin códigos pin. Y tiene aceptación: una encuesta de Unisys publicada en 2017 en la que participaron más de 3.500 personas de siete países europeos concluyó que el 63% consideraba que la biometría era más segura que el pin y otra encuesta de Visa del mismo año con 1.000 encuestados estadounidenses señalaba que el 46% de los participantes tenían esta opinión.
La fiebre de los ‘wearables’
La comunicación inalámbrica ha permitido que cualquier cosa pueda servir para pagar. Incluso los amantes del do it yourself pueden crearse su propio monedero contactless solicitando un sticker a su banco (originalmente pensados para engancharlos en la parte posterior de los móviles que no tienen tecnología NFC) y pegarlo en cualquier sitio; eso sí, vigilando que no se pierda, pues no deja de ser una copia de una tarjeta.
La moda de los wearables ha llegado para quedarse. En España ya hay tres bancos que ofrecen pulseras que hacen las veces de tarjetas: imaginBank, CaixaBank y Banco Santander. También hay anillos para los que prefieran esta opción. McLear Ring, disponible en el Reino Unido por 129 libras, o KRing, que cuesta 99,99 libras, son dos ejemplos. En 2017 Visa lanzó unas gafas de sol que incluían un chip NFC y también hay varias compañías, como Samsung, que han lanzado prendas de ropa (chaquetas, trajes y camisetas) con los que se pueden pagar compras.
Este tipo de accesorios (wearables), que funcionan en cualquier datáfono que incorpore la tecnología contactless, tienen cada vez más aceptación. La entidad neerlandesa ABN AMRO lanzó un programa en 2018 con 500 clientes para que probasen el pago con varios wearables (un anillo, una pulsera, un reloj y un llavero) y el resultado fue todo un éxito: casi ocho de cada diez participantes dijeron que ahora este tipo de accesorios eran su forma favorita de pagar sus compras. No sorprende, pues, que ahora la entidad promocione su uso.
Fuente: Mykring.com.
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