Seleccionar los activos que formarán parte de nuestra cartera de inversión no es tarea fácil. Nuestra aversión al riesgo y nuestros objetivos jugarán un papel importante, pero también deberíamos tener en cuenta nuestra edad a la hora de invertir. Y es que por mucho que los 50 de hoy sean los 40 de antes, las necesidades cambian a medida que envejecemos. Si cuando somos jóvenes podemos tomarnos la libertad de arriesgar más para intentar ganar más, cuando nos acercamos a la jubilación deberíamos priorizar conservar nuestro capital para complementar la jubilación. La regla del 120, precisamente, sigue esta filosofía y nos ayuda a invertir y a estructurar nuestra cartera en función de la edad que tenemos.
¿Cómo debería distribuir mi cartera de inversión?
La regla del 120 nos ayuda a definir qué porcentaje de renta variable debería contener nuestra cartera y lo hace en función de la edad que tengamos. La regla es sencilla: solo tenemos que restar a 120 nuestra edad. El resultado será el porcentaje del capital que debemos invertir en renta variable, mientras que el resto deberíamos destinarlo a renta fija. Así, si tenemos 20 años, según la regla la totalidad de nuestra cartera debería estar formada por acciones, mientras que si tenemos 50 años, el porcentaje se reduciría al 70%, mientras que el 30% restante sería renta fija (deuda pública o renta fija privada).
En la práctica, la regla del 120 señala que cada año que pasa a partir de los 20 la exposición a la renta fija debería aumentar en un punto porcentual, al mismo tiempo que la inversión en renta variable debería reducirse en la misma proporción.
Aquellos inversores con mayor aversión al riesgo quizá se encuentren más cómodos aplicando otras variantes de la regla anterior. Por ejemplo, se puede sustituir el 120 por el 100. En este caso, el porcentaje de la cartera que se debe invertir en renta fija sería igual a la edad del inversor. De esta manera, si acabamos de cumplir los 20 años, deberíamos invertir el 20% en renta fija, mientras que si tenemos 50, nuestros activos se tendrían que distribuir a partes iguales entre renta fija y renta variable.
¿Por qué invertir con la regla del 120?
La filosofía que se esconde tras la regla del 120 y el resto de las estrategias similares pensadas para invertir según la edad se basa en la idea de que a medida que envejecemos, nuestra exposición al riesgo debería ser menor, ya que las pérdidas podrían ser más difíciles de compensar (por falta de tiempo). Además, en el momento de la jubilación los ingresos caen, por lo que la prioridad debería ser conservar el capital para complementar la pensión.
Por el contrario, cuando somos jóvenes nuestra capacidad para asumir riesgos es mayor: por un lado, las cargas familiares son menores; por el otro, en caso de sufrir pérdidas tenemos mucho tiempo para compensarlas y amasar capital. Así, la idea es que la renta variable ocupe un valor predominante cuando somos jóvenes, ya que se entiende que a largo plazo es más rentable que la renta fija, aunque también implica más riesgo.
Si nos fijamos en los fondos de inversión domésticos, los de renta fija a corto plazo han registrado una rentabilidad media anual a 15 años del 1,07%, mientras que los de renta variable han logrado un 4,30%, según datos de mayo de Inverco. No obstante, no olvidemos que la renta fija no está exenta de riesgos.
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