John Shepherd-Barron. No, no vale la pena esforzarse: no tienes ni idea de quién es, aunque si eres una de las excepciones, ¡enhorabuena! Le debemos mucho a este señor, sobre todo a nivel de comodidad. Nació en junio de 1925 y murió hace relativamente poco, en mayo de 2010. Tras sus 84 años de vida, además de servir en la segunda guerra mundial, este inglés dejó una creación que casi todo el mundo utiliza: los cajeros automáticos. En 1967, el banco Barclays instaló y puso en funcionamiento el primero de estos aparatos gracias a la idea de Shepherd-Barron. Aunque él se llevó la gloria, no fue el primero en intentarlo ni el único en perfeccionarlo.
Así fue el nacimiento del cajero automático
En 1939, el estadounidense George Simjian patentó una máquina que evitaba a los usuarios tener que ir a la oficina para realizar todas sus operaciones financieras. La idea gustó al City Bank of New York, que invirtió dinero para desarrollar el invento y ponerlo en funcionamiento. Sin embargo, su éxito fue escaso: muy poca gente lo utilizaba. Como tantas cosas, la sociedad aún no estaba preparada para adoptar este cambio y no se popularizó, pero se puede considerar a Simjian como el inventor de los cajeros automáticos.
Años después, Shepherd-Barron terminó el trabajo que de algún modo ya había iniciado el americano. Su funcionamiento, obviamente, no era el mismo que el actual. De hecho, todavía no aceptaba tarjetas de crédito ni de débito. Para sacar dinero se introducían unos cheques impregnados con carbono 14, la máquina los reconocía y esta escupía el dinero (al inicio, siempre 10 libras por cheque). Estaba inspirado en el funcionamiento de una máquina de chocolatinas.
Eso sí, antes había que introducir una contraseña de cuatro números. Cuatro. Ni tres ni cinco. Cuatro. La decisión tuvo que ver con Caroline, la mujer de John, que le dijo a su marido que esa era la cantidad máxima de números aleatorios que se podían memorizar sin problemas. Si él inventó el cajero automático, ella creó el código pin.
Evolución
Solo un año después de su implementación, otro hombre puso su granito de arena en la creación de lo que hoy entendemos como cajero automático. El escocés James Goodfellow -quien también reclamaba el título de verdadero inventor del artilugio- introdujo una mejora que permitía usar tarjetas bancarias en lugar de los cheques anteriores. Dos años después el cajero ya era totalmente automático, algo muy parecido a lo que tenemos hoy.
Obviamente, las mejoras han seguido llegando y cada vez se han podido añadir nuevas funcionalidades. Además, la tecnología también ha avanzado rápidamente y ha servido para mejorar la experiencia de usuario y la seguridad de los cajeros automáticos. Es el caso, por ejemplo, de dos avances que se han realizado en España a través de Caixabank. El banco catalán ha marcado dos hitos en este sentido. En 2011 y en colaboración con Visa, instaló el primer cajero contactless del mundo. Por si fuera poco, este mismo 2019 han conseguido que podamos sacar dinero por la cara (mediante el reconocimiento facial).
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