El Tesoro Público ha colocado hoy deuda pública por valor de 3.575,24 millones de euros. Se trata de la primera subasta de letras de 2019 y ya se sabe, con la renta fija, beneficios asegurados… ¿o no? A mediados de 2017 HelpMyCash le preguntó a 500 usuarios si invertir en renta fija podía suponer rentabilidades negativas y el 36% opinó que no, mientras que un 64% dijo lo contrario. Pues bien, en la subasta que ha llevado a cabo hoy el Tesoro Público las letras a seis meses se han colocado con un tipo marginal del -0,421% y las letras a doce meses se han adjudicado con una rentabilidad del -0,330%. Es decir, en ambos casos los inversores recuperarán menos dinero del que han invertido.
Se puede perder dinero
Dejando a un lado las subastas de renta fija con tipos negativos, imaginemos que compramos renta fija con una rentabilidad positiva, que es lo que esperarían la mayoría de los inversores de a pie. En ese caso, ¿podría perderse dinero también? La respuesta es que sí. Veamos por qué:
Escenario 1: cumplimos el plazo de vencimiento
Si adquirimos un instrumento de renta fija, por ejemplo un bono con un plazo de dos años, y lo mantenemos hasta el vencimiento, acabaremos recibiendo la rentabilidad prometida. Si esta era positiva, entonces al final nuestro balance será positivo.
Escenario 2: no cumplimos el plazo de vencimiento
Si no mantenemos nuestro hipotético bono hasta el final del plazo, pueden ocurrir dos cosas, que perdamos dinero o que lo ganemos. Supongamos que nuestro bono a dos años lo compramos hace justo doce meses, el 15 de enero de 2018, con un cupón anual del 1% y un valor nominal de mil euros. A falta de un año para su vencimiento, queremos colocárselo a un tercero. Si poco después de nuestra compra el emisor lanzó una nueva tanda de bonos con una rentabilidad superior, ¿por qué alguien querría pagar mil euros por un bono al 1% si ya hay otra emisión de deuda más rentable? En tal caso, tendríamos que rebajar el precio y, por lo tanto, perder dinero. Ocurriría al revés en el caso inverso.
Un ejemplo tomando como referencia nuestro bono a dos años. Cinco días después de la primera emisión, hubo una segunda, en este caso con un cupón del 2% anual, por lo que en este caso el inversor recibiría 20 euros de intereses al año. En este escenario, vender nuestro bono al mismo precio al que lo compramos sería complicado, porque los interesados preferirían comprar el segundo, ya que con una fecha de vencimiento casi idéntica, las ganancias serían del doble. Así, si quisiésemos vender nuestro bono, tendríamos que hacerlo por un precio inferior al que lo compramos, para que la rentabilidad percibida por el nuevo tenedor fuese similar a la de los bonos de la segunda emisión.
Si consultamos la cotización de dicho bono, podemos ver como su precio de compraventa oscila, al igual que ocurre con las acciones, y hay momentos en los que puede ser inferior al que nosotros pagamos o a la inversa, superior.
Las oscilaciones dependen en gran medida de los tipos de interés (si los tipos suben, el valor de la deuda cae y a la inversa) y de la rentabilidad de las nuevas emisiones, así como del riesgo crediticio del emisor, especialmente en el caso de la deuda corporativa.
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